Vi como el papel se quemaba con el fuego de enero, las llamas se llevaron esos cuatro números a su cajón de promesas. El cajón está lleno de algunos retos concluidos y otros fragmentados. Me quede anonada frente a la chimenea, con la intención de que el cajón jamás recibiera ningún fragmento más. Me acuerdo de las chispas de cambio en el cielo índigo y de las lágrimas de las estrellas. De qué manera los minutos se hicieron notar, con un recuerdo con cada campanada.
Enero me abrió los brazos con júbilo, convirtiéndose en el abrigo para el final del invierno. Caminamos juntos parafraseando las frases de lo esperado, agradeciendo el suspiro del catorce al final del calendario. Caminamos hasta se despidió presentándome a febrero. Febrero, vestido de rosa y con una cámara en la mano, me ayudo a comenzar el álbum de fotos junto a mi corazón. Me retrato con sonrisas a los flancos y manos entrelazadas. Ahora, mis manos rozan las fotos retornando a ese momento.
Febrero desapareció sigilosamente y Marzo vino a mi encuentro. El sabio marzo, me enseno a sujetar lo valioso y que lo valioso no es un objeto, sino una palabra repetida, una mirada entre los árboles y una sinfonía retenida. Abril me llamo a la puerta sin aviso y se tropezó al entrar, como si no supiera como entrelazar su rumbo y el mío. Su primera mirada fue gélida, impasible, un par de ojos que nunca me dejaran la mente. Tan rápido como me había congelado, me socorrió y sus ojos se volvieron azules, como el agua del río que me llevo a ver y sus dientes blancos, como las nubes que sobrevolé. Suavemente me guio hasta Mayo, quien me esperaba en una roca, contemplando como las flores nacían de los árboles. En esa roca charlamos de amor y de su pieza en el puzzle.
Junio solo me rozó, aunque fue un roce tan fuerte que me quito el aliento, olvidando a donde era que estaba dirigida. Julio me desenvolvió, me hizo creer que no somos más que actos en medio de gestos y que el sol nos necesita tanto como nosotros a él. Agosto me arrancó del lado de Julio y me llevó lejos, muy lejos. Sin embargo, antes me dejó envolver las alusiones y ponerlas un lazo. Fue rápido, pero no obstante destacó.
A Septiembre le costó acercarse, con su timidez viajando a su espalda. Cuando llegó me transporto a otro mundo, a gestos desconocidos entre el blanco y verde. Me dijo a lo bajo que sus próximos me harían correr y saltar en este sitio. No mintió, Octubre me envolvió con su fuerza y me plantó el futuro en el camino. Fue frio, pero no tanto como Noviembre. Chocolate caliente y caras nuevas vinieron con la tormenta y se hicieron presentes en la nieve del mes once. Antes de lo esperado, sin aviso, Diciembre se acercó y me abrazó, dispuesto a acabar este año habiendo dejado marca en mi piel. Junto a su aliento a canela y mirada verde y roja, escribo otro papel mientras el pequeño fuego crece.
lunes, 29 de diciembre de 2014
domingo, 7 de diciembre de 2014
Nadie habría
Hace un año, nadie me habría pintado en las calles de esta ciudad. El invierno me habría dicho que volvería a ver la nieve en la montana, mi ventana me habría ensenado la última luz después de un día entre libros y mi mente me habría convencido que no andaría por las mañanas.
Hace dos años, nadie me habría visto con un cuaderno en la mano. El bolígrafo y las líneas no se habrían convertido en mis adicciones. Los pupitres y papeles me habrían propuesto dirigirme a la historia y las notas me habrían susurrado que mi futuro estaría en lo familiar y monótono. Mi mente me habría convencido que yo estaría en la cima.
Hace tres años, nadie me habría dicho que tendría a quien echar de menos. Mis errores me habrían murmurado que estaría en soledad. Mis locuras me habrían dicho que sería independiente. El comienzo de amistades y casualidades me habría comentado lo contrario.
Hace cuatro años, nadie me habría visto con la toga y el birrete en la puerta. Hace cinco, nadie me hablo de la incertidumbre. Hace seis, nadie me habló del primer amor. Hace siete, ocho, nueve…
A los diecisiete años, nadie me para cuando digo que quiero más, nadie evita que me tropiece con las piedras, nadie me dice que hay que vivir el presente. El presente que al minuto se convierte en pasado. El pasado que no dejamos que se escape, el pasado que deseamos que nos diga el futuro. El futuro, un mundo incierto, que si lo piensas demasiado te marea, pero si permites que te lleve te dejara caer.
Hace un día, nadie me habría encontrado aquí, en frente del espejo, intentando decidir en qué día vivo.
Hace dos años, nadie me habría visto con un cuaderno en la mano. El bolígrafo y las líneas no se habrían convertido en mis adicciones. Los pupitres y papeles me habrían propuesto dirigirme a la historia y las notas me habrían susurrado que mi futuro estaría en lo familiar y monótono. Mi mente me habría convencido que yo estaría en la cima.
Hace tres años, nadie me habría dicho que tendría a quien echar de menos. Mis errores me habrían murmurado que estaría en soledad. Mis locuras me habrían dicho que sería independiente. El comienzo de amistades y casualidades me habría comentado lo contrario.
Hace cuatro años, nadie me habría visto con la toga y el birrete en la puerta. Hace cinco, nadie me hablo de la incertidumbre. Hace seis, nadie me habló del primer amor. Hace siete, ocho, nueve…
A los diecisiete años, nadie me para cuando digo que quiero más, nadie evita que me tropiece con las piedras, nadie me dice que hay que vivir el presente. El presente que al minuto se convierte en pasado. El pasado que no dejamos que se escape, el pasado que deseamos que nos diga el futuro. El futuro, un mundo incierto, que si lo piensas demasiado te marea, pero si permites que te lleve te dejara caer.
Hace un día, nadie me habría encontrado aquí, en frente del espejo, intentando decidir en qué día vivo.
martes, 18 de noviembre de 2014
Aparente
Son las similitudes, las que lo hacen parecer distinto. Son los ojos, los únicos que están dispuestos a enfrentar la realidad. Una realidad desigual, un destino contradictorio. Ese maldito destino que posee intrepidez y perversidad. Son sus sueños, los que proclaman sus anhelos más profundos. Es el monstruo de un nuevo amanecer, el que pinta todo de color rosa. Es ese mostruo, el que no permite que el corazón se esconda detrás de los huesos. Pero es solo ella, la que decide su destino, la que decide si dejar que el cuadro se quede colgado en la pared, o guardarlo con delicadeza y pintar con su propia mano la pared de verde.
Son sus fantasmas, esos que la siguen cuando anda por la calle a las ocho de la tarde, los que la dicen que se equivoca. Las figuras borrosas y con expresiones distinguidas le bloquean el callejón, la mantienen mirando a la enredadera seca que trepa por la pared sombría. Esos fantasmas tienen nombres, Noviembre, Febrero, Abril y Julio... la rodean y acusan de darles de lado, de ponerles en el fondo del armario con las cartas con olor a fresa. Ella les implora, deseando cortar la cuerda que no la deja subir y ver el otro lado de estos ladrillos.
Una mano conocida por desventuras y azares le acerca el cuchillo, porque unas tijeras no conseguirán rasgar esta atadura. La chica vacila y lo acepta, su corazón latiendo con incertidumbre. Cada vez que pasa hoja de metal por la fibra de la cuerda, suelta un respiro sofocado a la vez que una lágrima. Sus ojos lloran, no por tristeza, sino porque el resto de la chica por fin está empezando a ver la realidad junto a ellos.
En el otro lado de la pared, el atardecer la espera, esta vez sin remordimiento. La ayuda a posar sus memorias en granos de arena, las más pesadas cayendo al fondo, para que el agua las guarde en la playa de su vida con cuidado.
Son los sentimientos, los que proclaman su libertad. Ayudan al corazón con cicatrices a tomar un paso adelante.
Son sus fantasmas, esos que la siguen cuando anda por la calle a las ocho de la tarde, los que la dicen que se equivoca. Las figuras borrosas y con expresiones distinguidas le bloquean el callejón, la mantienen mirando a la enredadera seca que trepa por la pared sombría. Esos fantasmas tienen nombres, Noviembre, Febrero, Abril y Julio... la rodean y acusan de darles de lado, de ponerles en el fondo del armario con las cartas con olor a fresa. Ella les implora, deseando cortar la cuerda que no la deja subir y ver el otro lado de estos ladrillos.
Una mano conocida por desventuras y azares le acerca el cuchillo, porque unas tijeras no conseguirán rasgar esta atadura. La chica vacila y lo acepta, su corazón latiendo con incertidumbre. Cada vez que pasa hoja de metal por la fibra de la cuerda, suelta un respiro sofocado a la vez que una lágrima. Sus ojos lloran, no por tristeza, sino porque el resto de la chica por fin está empezando a ver la realidad junto a ellos.
En el otro lado de la pared, el atardecer la espera, esta vez sin remordimiento. La ayuda a posar sus memorias en granos de arena, las más pesadas cayendo al fondo, para que el agua las guarde en la playa de su vida con cuidado.
Son los sentimientos, los que proclaman su libertad. Ayudan al corazón con cicatrices a tomar un paso adelante.
sábado, 1 de noviembre de 2014
Uno
Fue algo simple, el beso del primer amor,
como la primera gota que queda rodeada por el arco iris.
Fue inesperado, dos desconocidos de ojos marrones
tropezándose con las miradas.
Fue en las noche de las pesadillas,
en la que comenzó un sueño de doscientos días.
Junto a las estrellas y lazos amarillos,
aparecieron un sombrero y una pajarita vestidos de negro.
como la primera gota que queda rodeada por el arco iris.
Fue inesperado, dos desconocidos de ojos marrones
tropezándose con las miradas.
Fue en las noche de las pesadillas,
en la que comenzó un sueño de doscientos días.
Junto a las estrellas y lazos amarillos,
aparecieron un sombrero y una pajarita vestidos de negro.
En aquella medianoche, con los fantasmas de centinelas,
dos corazones latieron de un modo distinto.
En manos del destino, se unieron dos adolescentes
sin ser conscientes de que estaban siendo tatuados.
Fue permanente, ese uno de de noviembre
sentados en una roca rodeados de un aroma nuevo.
Fue precioso, el amanecer de una nueva historia
relatada en un libro de colores
que permanecerá en la estantería.
Lo ojearán de vez en cuando,
sin jamás olvidar los recuerdos escritos en él.
miércoles, 29 de octubre de 2014
Futuro
Había escuchado su nombre; historias sobre sus duras pisadas y
batallas rechazadas. Nunca había aceptado realmente que vendría a por mí;
esperaba quedarme escondida en el parque para siempre, sin preocuparme por sus
andaduras o víctimas. Ellos decían que no entiende de piedad o paciencia,
siempre llevando a cabo su objetivo. Yo no me lo creía.
Hasta que, un día, vino a por mí.
Entro como un huracán sin aviso, destrozando la puerta y poniendo
los muebles patas arriba. Apagó las luces y me dejó en la oscuridad. No me he
visto a mi misma desde ese día. Me quitó mi ciega libertad, sin dejar que me
quedara atada más tiempo. Me hizo querer correr, huir hacía el bosque, donde
otra persona tenía la antorcha que guiaba. Me enseñó a enfrentarme a mis
miedos, pero nunca quiso mostrarme como enfrentarme a su presencia. Serpenteó
hasta el fondo de mi mente, siempre teniendo un dicho en mis palabras,
retorciéndolas hasta que ya no podía hablar. Me hizo elegir. Se hizo permanente
en mis días, y su tatuaje hincado en mi piel. El tatuaje dice su nombre, una
palabra compuesta de seis letras y colores ansiosos. "Futuro" lee mi
brazo.
viernes, 10 de octubre de 2014
De la mano del tiempo
Me encontré en la esquina con las
hojas cayendo a mi alrededor, fundiéndose en un verde esperanza deseando ser tomado por alguien.
Me encontré con el cielo gris esperando la llegada la tarde para vestirse de naranja y bailar junto al fuego.
Me encontré con los pies descalzos, confusos por pisar octubre.
Me encontré con el aire maquillando mi cara de rojo ayudado por el frío.
Me encontré cara a cara con alguien que pensaba haber olvidado. El otoño me mira con incertidumbre, esperándome. Pone su mano delante de la mía, invitándome a dejar el calor del verano atrás, a empezar a cambiar. Confusa, mi mano empieza a acercarse a la suya, dudando si está dispuesta a dejar que una nueva estación la guíe. Oigo un suspiro que me habla de promesas que se cumplirán y me dejo llevar.
El extraño, de nombre otoño, me recita poemas sobre cambios, me relata poesías sobre mañanas bañadas en color cobre. Dejo que los poemas me lleven a ser diferente, a acoger el frio con dulzura, a ponerme bufandas escondidas en el fondo del armario. Los versos me ayudan a acordarme del otoño, de los cuentos que fueron escritos junto a él y de lo bonito que es despertar a su lado.
Ahora, me encuentro en la esquina
bailando al ritmo de una nueva estación.
miércoles, 8 de octubre de 2014
4 de octubre
Fue espontáneo, un coche conducido por el poder de las letras y ojos abiertos gracias al café. Los tres corazones latieron en unión, deseando esconder el siempre del momento en el reloj. Viajaron, como pájaros después de un largo invierno, entre el azul y plata de la ciudad. Hicieron el camino suyo; solo era ellos y los enredos de la ciudad siendo desenmarañados por la música
Fue impecable, andar por la calles a medianoche, dejar que su infancia se les fuera de las manos. El agua les hizo ver que los momentos simples son los que importan, salpicaron y rieron, dejando que el peso de sus hombros se quedara en la fuente translúcida. Soñaron sobre escalar la ciudad, estar en la cima y saltar sin alas, simplemente para sentir la adrenalina latir en sus cuerpos.
Fue compasivo. La protegieron con velocidad y secretos no revelados. Él la agarró de la mano para subirle los ánimos, haciendo que lo roto pareciera reparado. Desafiaron lo establecido, sin tener cuidado antes de hablar. Prometieron hacer y no pensar, dejando que el tiempo se les llevara.
Fue único, una noche que nunca dejará sus memorias. Las estrellas miraron a los chicos y la chica con celos por haber convertido una noche simple de otoño en una experiencia extraordinaria, una noche que solo hablaba de de misterios. Los tres adolescentes coincidieron, creando una amistad nacida del humo, humo que entrelazaba diferentes rincones del mundo convirtiéndose en uno. La luna fue el testigo de un eterno estribillo.
jueves, 18 de septiembre de 2014
No tan lejos del ayer
31 días sin él y contando. Su mente lo hace inconscientemente,
cada noche se añade una marca en la pared. Cada marca indica un abrazo menos
que podría haber recibido, un recuerdo más que por mucho que lo intente el
olvido no va a conseguir llevarse.
Ella sigue volando, solo para chocar con el muro que le impide volver a él cada vez que las alas se hacen más grandes. Ese vuelo es una tortura, a la vez que un regalo; saborea los buenos momentos con dulzura pero no puede evitar la armargura que le transmiten los malos.
Y le parece que fue ayer cuando llovía, ayer cuando vivieron el adiós que su historia de amor estaba dispuesto a relatar. Fue hace unos momentos cuando él le apretaba la mano asegurando que las cenizas nunca serían llevadas por el viento, aunque la llama se apagara. Ella le creyó en ese instante y jamás dejará de hacerlo.
Cada paso que ella da se aleja de aquel relato, pero su corazón no permite que nadie más se acerce; le sigue perteneciendo a él, y ha creado una pared para que nadie más pueda entrar.
Sus mañanas son un lamento por tener que andar sin llegar hasta sus brazos, un momento de melancolía por ver los coches pasar y no ver su cara en la ventana.
Pasarán horas, días y semanas y puede que los ladrillos que
protegen su corazón se caigan poco a poco, pero en la pared al lado de su cama
se seguirán añadiendo marcas. Y quién sabe, alomejor una sonrisa de vez en
cuando.
viernes, 12 de septiembre de 2014
Roto
La distancia es relativa, eso es lo
que dicen, es lo que quieren hacerme creer. Pero conozco la verdad. La
distancia es un vacío, es un hoyo lleno de oscuridad que es medido en
kilómetros cuando en verdad debería ser medido en latidos.
Bum. Todas las caras que reconozco juntas otra vez y yo aquí sentada en una esquina solitaria. Nadie se da cuenta, pero la herida se abre.
Bum. Nuestra canción suena en la radio, esa que nos tenía a todos con las manos arriba y con las caderas sin parar. Bajo el volumen porque ahora no tengo nadie con quien bailar. La grieta se hace más grande.
Bum. Una foto abrazándonos,
ese abrazo en grupo en un país extranjero, se cae del álbum casi queriendo
hacerme sangrar más rápido.
Bum. Releo viejas
conversaciones que duraban horas planeando tardes que acababan con nosotros
tirados en el suelo riendo y deseo ser la que llegaba pronto a todos lados y
tenía que esperar con el aire frío de la montaña alrededor otra vez.
Mis pies ya no me pueden sostener y me dejan caer.
Bum. Encuentro un bolígrafo
viejo en mi bolsa, el que escribía todos los secretos, sonrisas, ideas y
momentos en esa clase. Lo tiro mientras las gotas caen con el.
Bum. Una escena de esa
película que actuamos está en la tele, me veo a mi misma en el personaje y veo
las risas, los bailes, las melodías sin ritmo, los graciosos disfraces en los
colores de la película. Grito mientras me rompo en dos mitades.
Bum. Huelo el aroma de nuestra
libertad, gozo y alegría. Tardes infinitas en el parque hablando de nuestros
futuros. Mis brazos me arropan para intentar evitar que los trozos se rompan
aun más.
Ya no late, ha parado y siento desolación.
La distancia me ha abrumado y me ha robado la parte más importante de mi ser;
no parece dispuesta a devolverla.
sábado, 6 de septiembre de 2014
Una joya
Respiro el aire pegajoso que viaja por el tren. Mis
pensamientos y asombros van a su lado. Veo gente entrar y salir constantemente,
gente con diferentes historias, mentes, años, colores, miradas en sus rostros
que muestran desesperación, emoción, libertad, estrés, felicidad, tristeza...
Cada persona que se sienta a mi lado deja algo, una palabra, una sonrisa, un
paso.
El tren llega a mi parada y salgo, anhelando ver lo que hay fuera, deseando dibujar un mapa en mi mente de las calles en las que no he andado, las luces verdes que me animan a seguir adelante, los edificios colosales reflejando el humor del cielo, hoy está esperando ver nuevas aventuras comenzar.
La primera cosa que veo es un árbol con hojas verdes que están a punto de ser pintadas marrón por el otoño. No es un árbol solitario, tiene otros haciéndole compañía en esta avenida. Estos árboles viviendo en la ciudad del viento están siendo protegidos por construcciones poderosas a sus lados, puertas coloridas que están esperando a ser abiertas, luces que tienen que esperar hasta que sea su hora de brillar.
Sigo andando y veo cámaras, llevadas por su obsesión de querer congelar cada minuto, pero lo entiendo. Hay algo en la forma y tonos de esta única ciudad que me hace querer capturarlo todo, recordar cada sitio por el que mis pies han andado y cada escena que mis ojos quieren pintar con todos los matices que esta vista ofrece.
Un dulce olor llega hasta mí y casi lo puedo saborear en mi boca, el sabor de muchos tipos de comidas, que vienen desde puntos opuestos del mundo. Diversidad, esa es la palabra que se posa delante de mí cuando pienso en la historia de esta ciudad. Gente distinta que de algún modo han acabado, o están empezando, vida en este laberinto sinfín, hablando en su propio idioma y esperando a que su corazón este completo.
Mis pies están siguiendo por sí mismos y saben a dónde van aunque se sientan perdidos. Entonces llegan al río y paran. Ahora es mi corazón el que guía y está lleno de euforia al contemplar el agua que discurre, con su color cristalino y música relajante.
Esquivando tiempo y luz no puedo evitar pero pararme de vez en cuando, en un parque para mirarme en ese símbolo, sabiendo que hay un antes y un después en todo esto, en una esquina envuelta con el olor a café y libros viejos que viven dentro de una biblioteca, en una ventana en la que hay una foto de una manta blanca cubriendo todo y pienso que no puedo esperar a ver este ambiente colorado con un blanco puro.
Entonces, sin darme cuanta llego al final, a el lago. El lago que de alguna manera hizo un agujero en los planos y decidió ser parte del norte. Le da el equilibro perfecto a este sitio concurrido, regalando paz y totalidad.
El sol me dice que es hora de irme y me siento completa, sabiendo que me estoy enamorando poquito a poquito. Enamorando de Chicago.
jueves, 4 de septiembre de 2014
En las nubes
Constantemente sueño con abrir mi ventana y sentir el sol
naranja subir entre los edificios translucientes. Sueño con vivir en un décimo
tercer piso, donde la suerte existe solo para aquellos que la quieren
encontrar. Sueño con la vida de ciudad, la gente corriendo con destinos
opuestos pero compartiendo metas. Sueño con una llama que se ilumina de repente
y me lleva exactamente a donde mi corazón quiere ir, porque todavía no se lo ha
contado a mi mente. Esa llama me ayudará a esquivar todas las rojas y evitar
los errores por estas calles.
Sueño con gente que no he conocido, manos que no he acariciado, pasos que nunca he bailado, palabras que no he escrito pero están ahí, en alguna parte de mí, esperando ser derramadas como un vaso de agua, rompiendo con impacto, haciendo ruido y extendiéndose mojando todo lo que hay alrededor.
En estos sueños siempre está sonando la música perfecta,
subiendo como adrenalina con cada palabra, también hay tiempo para pensar en
las similitudes que conectan posibilidades y riesgos cuando hay una oportunidad
esperando a ser tomada.
Hay paz…
Pero entonces,
Me despierto.
lunes, 1 de septiembre de 2014
Y si
No hay opción. Estoy estancada
entre echarte de menos y pensar que todavía sigues a mi lado. Mi corazón se
está rompiendo, pedazo a pedazo, mientras recuerdo nuestro último adiós. Ese
pequeño beso que fue tan grande, porque decía tanto, todas las palabras que no
habíamos dicho en voz alta estaban allí, en el aire y luego sujetándose a
nosotros.
Otra parte de mí se cae al suelo, con la forma de un recuerdo; esa estación de tren que los dos conocíamos tan bien, sentados en la escalera con mi cabeza en tu hombro intentando mantener las lágrimas dentro. Pero no pude.
La peor parte es pensar en los sis. Si no me hubiera tenido que ir seguirías siendo mío. Si me hubiera quedado como prometí no habría hecho falta contar los días, hubieran estado extendidos como un camino de piedra delante de nosotros. Si el destino hubiera pensado diferente acerca de ello, el verano hubiera contado otra historia.
Ahora lo único que puedo hacer es pensar en tus ojos mirándome con esa tristeza navegando en ellos. Tristeza y añoranza que tendré presente a donde vaya.
domingo, 24 de agosto de 2014
Al ritmo de las gotas
Música en mis oídos, la letra de mi
canción favorita ahora tiene un significado diferente, más
intenso. Mientras el ritmo aumenta, las olas crecen y toman otra tonalidad
de azul. Un azul fuerte, oscuro, que quiere hacerse notar; como el resto de esta
enorme ciudad. El lago sin fin me está diciendo que me prepare para
esta nueva etapa; que empiece a explorar poco a poco el olor del agua, las
ventanas de los edificios que llegan hasta el cielo, a donde yo me tengo que
subir para observar lo desconocido.
Meto los pies en la arena, como si ésta fuera a salvarme de lo que viene, aunque mi mente me asegura que será bueno. Porque todo fin da lugar a un nuevo comienzo, y yo comienzo aquí, mirando al horizonte. Con este nuevo año no me da miedo correr bajo la lluvia que cae yendo de vuelta a casa, una lluvia de oportunidades, de nuevas alegrías, retos, personas... Este vendaval me golpea en la cara, un viento que no tiene límite, que corre rápido intentándome parar, pero yo sigo y seguiré con una sonrisa en la cara saltando entre los charcos. Cada día de mis 17 será único.
Infinito
Dicen que cuando tienes dieciséis años
tienes libertad sin ningún fin, te enamoras como nunca antes, tienes el mundo a
tus pies y estas volando. No sé si eso es verdad para todos, pero si lo fue
para mí.
Cuando eres demasiado pequeña para saber sobre qué trata la vida pero demasiado mayor para cuestionar todo lo que te rodea, has llegado al punto de tu vida en el que sabes en que persona quieres convertirte. Has evolucionado a la mejor versión de ti mismo y sabes que camino quieres coger. Hay flores en los lados del camino, cada una con su propio color y aroma. Los amigos son flores en el jardín de la vida y cada una te da algo completamente diferente.
Tu corazón se expande y no puedes respirar otra cosa menos amor. Amor por tus padres, que te han dado la luz para ver en la oscuridad que hay durante el trayecto y han sostenido tus trozos rotos para luego volverlos a juntar. Amor por tu mejor amiga, esa persona que te conoce por dentro y fuera y te sigue queriendo, esa persona que ríe cuando nadie más lo hace y quien te seca las lágrimas, tu otra mitad. Amor por la música que late por tus venas y te hace sentir viva, ese ritmo que te ayude a seguir corriendo. Amor por esas palabras impresas en tu libro favorito, esa magia que te ha hecho ver diferentes puntos de vista. Y amor por ese chico con ojos marrones y sonrisa sincera. El primer amor que siempre recordaras como el único que te hizo ser grande cuando pensabas que eras pequeña. El, que te sujetó en sus brazos y te hizo creer en el amor verdadero.
Ahora, un día
antes de que esta año revelador acabe, miro cada momento durante estos 365 días
y sé que he tenido el mejor año de mi vida. Por ahora. Una nueva aventura está
a punto de comenzar.
martes, 19 de agosto de 2014
Estación
Todo
empieza con una ligera brisa de verano. Un aire que pone los pelos de punta y
mariposas en el estómago. Ese aire me envuelve en recuerdos entrelazados con
sonrisas que tenían tu nombre, miradas que dejaban sin aliento, palabras
simples dichas entre caricias.
Cuando ya he sentido que la brisa me rodea entera, abro los ojos y veo sitios a los que me lleva la memoria. Veo una imagen de aquel puente en el que se paró el tiempo, un diálogo de aquella película que vimos juntos, un reflejo de la luz que se colaba entre las calles de Venecia aquella vez que nos perdimos dejando el mundo atrás, una flor que me puse en el pelo en aquel paseo que dimos al comienzo de la primavera.
De repente, sin previo aviso, se pone a llover. Llegan las nubes cargadas de esos momentos que quiero olvidar, de esa triste sensación a pérdida. Las gotas caen a la vez que las lágrimas se derraman por mi cara. La brisa ha sido remplazada por un viento brusco que me envuelve en frío.
Me pongo la chaqueta, pero lo único que va a parar la tormenta son tus brazos arropándome y prometiendo que no se ha acabado. Y deseo ver las estrellas, esas estrellas a las que les pedimos que fuéramos nosotros para siempre.
Suenan los truenos del destino recordando que las decisiones las toma él y que la lluvia cae por razones; para dejar que las nuevas flores salgan y todo siga su camino.
Y justo cuando
escucho las ruedas del tren acercándose, veo que a lo lejos, en la montaña, las
nubes se abren un poco y el sol se acerca entre ellas. Y sonrío porque sé que
siempre tendré ese rayito de sol. Esa luz que me ha iluminado y ha estado a mi
lado a pesar de los días grises. Siempre que vea ese trocito del sol, recordaré
cada "te quiero" susurrado al oído, cada tontería que me hizo reír, cada
frase transmitida con confianza y, sobretodo, que lo volveré a ver.
lunes, 11 de agosto de 2014
Bajo el agua
El peso de mi corazón cada es más
duro, el sentimiento de sofoco en mi estómago está creciendo y también lo está
haciendo mi miedo. Miedo, que palabra más curiosa y peculiar, te puede ahogar
de mil maneras diferentes. Esta vez me está ahogando en despedidas.
Adiós a mis cuatro paredes, estas
paredes me han visto llorar a pleno pulmón, volverme loca debido a la cosa más
pequeña, cantar canciones que conozco mejor que la palma de mi mano; han
sostenido imágenes que muestran las sonrisas más sencillas y humildes, posters
de historias a las que me gustaría escapar... Mi caja personal.
Pero, todavía, hay peores despedidas
cuando estás rodeada de gente que te deja y te anima a ser la mejor versión de
ti mismo. Esas son las personas sobre las que merece la pena escribir; estarán
en mi caja de seguridad para siempre, aunque solo sean una memoria, una letra o
el reflejo de una sonrisa. Me han hecho fuerte y enseñado que la debilidad se
puede superar.
Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.
Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.
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