El primer día los recuerdos se metieron entre las
conversaciones. Removieron la complicidad y buscaron rincones entre las bebidas
y los bailes. Las chispas no se atrevieron a saltar, para no alterar el camino
de las estrellas. Ellas vigilaron la noche y dejaron escapar a la felicidad, la
cual se pegó a las miradas y durmió con el amanecer.
El segundo día se vistió de azul, para no olvidar la
nostalgia que la distancia una vez creó. Entre palabra y palabra se perdieron
los abrazos y la familiaridad fue apareciendo en el lugar del miedo.
El tercer día el sol les permitió volver a ser los
mismos. Las sonrisas de siempre saltaron entre los árboles y los recuerdos
salieron de su escondite y decidieron ser los invitados de honor en el parque.
Las horas pasaron lentamente, dejando que el amor inocente recorriera las
calles del pasado.