miércoles, 24 de agosto de 2016

Un verano eterno

Recuerdo aquel día cuando el sol brilló como nunca. Los rayos se metieron entre las hojas de los árboles e iluminaron todo el parque de felicidad. Todavía puedo sentir el calor en mis venas y tu suspiro en mi mejilla. Estábamos solos con el silencio. Las horas pasaron lentamente, dejándonos disfrutar de esa mañana de agosto que nunca se escapará de nuestras memorias. En mi bolsillo sigue la llave que me diste, con la que me prometiste que me volverías a ver.

Recuerdo aquella noche junto a las estrellas. Mi corazón sigue pensando en tus labios junto a los míos y tus manos rodeándome la cintura. Estábamos enganchados al presente y a las letras de esa canción que escucho cada noche antes de soñar con tus ojos. Me acuerdo de llorar de la risa con tus tonterías y de saber que el verano no se separaría de nosotros cuando el otoño llegara. En tu mejilla sigue el beso rojo que te di, con el que prometí que te volvería a ver.

Recuerdo aquellos momentos entre los paseos y las miradas. Tu sonrisa era un oasis en los días calurosos en la sierra de Madrid. Estábamos perdidos en el pasado y el futuro, sin importarnos lo que pasara cuando las nubes me secuestraran. Todavía suspiro las palabras que dijimos sin miedo y las veces que entre los nuestros bromeáramos sobre el cambio del tiempo. En nuestros cuerpos siguen los pasos de baile, con los que prometimos dejar al destino seguir su curso.

Recuerdo aquel verano como si fuera ayer.