Recuerdo
aquel día cuando el sol brilló como nunca. Los rayos se metieron entre las
hojas de los árboles e iluminaron todo el parque de felicidad. Todavía puedo
sentir el calor en mis venas y tu suspiro en mi mejilla. Estábamos solos con el
silencio. Las horas pasaron lentamente, dejándonos disfrutar de esa mañana de
agosto que nunca se escapará de nuestras memorias. En mi bolsillo sigue la
llave que me diste, con la que me prometiste que me volverías a ver.
Recuerdo
aquella noche junto a las estrellas. Mi corazón sigue pensando en tus labios
junto a los míos y tus manos rodeándome la cintura. Estábamos enganchados al
presente y a las letras de esa canción que escucho cada noche antes de soñar
con tus ojos. Me acuerdo de llorar de la risa con tus tonterías y de saber que
el verano no se separaría de nosotros cuando el otoño llegara. En tu mejilla
sigue el beso rojo que te di, con el que prometí que te volvería a ver.
Recuerdo
aquellos momentos entre los paseos y las miradas. Tu sonrisa era un oasis en
los días calurosos en la sierra de Madrid. Estábamos perdidos en el pasado y el
futuro, sin importarnos lo que pasara cuando las nubes me secuestraran. Todavía
suspiro las palabras que dijimos sin miedo y las veces que entre los nuestros
bromeáramos sobre el cambio del tiempo. En nuestros cuerpos siguen los pasos de
baile, con los que prometimos dejar al destino seguir su curso.
Recuerdo
aquel verano como si fuera ayer.