El peso de mi corazón cada es más
duro, el sentimiento de sofoco en mi estómago está creciendo y también lo está
haciendo mi miedo. Miedo, que palabra más curiosa y peculiar, te puede ahogar
de mil maneras diferentes. Esta vez me está ahogando en despedidas.
Adiós a mis cuatro paredes, estas
paredes me han visto llorar a pleno pulmón, volverme loca debido a la cosa más
pequeña, cantar canciones que conozco mejor que la palma de mi mano; han
sostenido imágenes que muestran las sonrisas más sencillas y humildes, posters
de historias a las que me gustaría escapar... Mi caja personal.
Pero, todavía, hay peores despedidas
cuando estás rodeada de gente que te deja y te anima a ser la mejor versión de
ti mismo. Esas son las personas sobre las que merece la pena escribir; estarán
en mi caja de seguridad para siempre, aunque solo sean una memoria, una letra o
el reflejo de una sonrisa. Me han hecho fuerte y enseñado que la debilidad se
puede superar.
Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.
Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.