lunes, 11 de agosto de 2014

Bajo el agua

El peso de mi corazón cada es más duro, el sentimiento de sofoco en mi estómago está creciendo y también lo está haciendo mi miedo. Miedo, que palabra más curiosa y peculiar, te puede ahogar de mil maneras diferentes. Esta vez me está ahogando en despedidas.


Adiós a mis cuatro paredes, estas paredes me han visto llorar a pleno pulmón, volverme loca debido a la cosa más pequeña, cantar canciones que conozco mejor que la palma de mi mano; han sostenido imágenes que muestran las sonrisas más sencillas y humildes, posters de historias a las que me gustaría escapar... Mi caja personal.


Pero, todavía, hay peores despedidas cuando estás rodeada de gente que te deja y te anima a ser la mejor versión de ti mismo. Esas son las personas sobre las que merece la pena escribir; estarán en mi caja de seguridad para siempre, aunque solo sean una memoria, una letra o el reflejo de una sonrisa. Me han hecho fuerte y enseñado que la debilidad se puede superar.

Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.