jueves, 18 de septiembre de 2014

No tan lejos del ayer

31 días sin él y contando. Su mente lo hace inconscientemente, cada noche se añade una marca en la pared. Cada marca indica un abrazo menos que podría haber recibido, un recuerdo más que por mucho que lo intente el olvido no va a conseguir llevarse.

Ella sigue volando, solo para chocar con el muro que le impide volver a él cada vez que las alas se hacen más grandes. Ese vuelo es una tortura, a la vez que un regalo; saborea los buenos momentos con dulzura pero no puede evitar la armargura que le transmiten los malos.

Y le parece que fue ayer cuando llovía, ayer cuando vivieron el adiós que su historia de amor estaba dispuesto a relatar. Fue hace unos momentos cuando él le apretaba la mano asegurando que las cenizas nunca serían llevadas por el viento, aunque la llama se apagara. Ella le creyó en ese instante y jamás dejará de hacerlo.

Cada paso que ella da se aleja de aquel relato, pero su corazón no permite que nadie más se acerce; le sigue perteneciendo a él, y ha creado una pared para que nadie más pueda entrar.

Sus mañanas son un lamento por tener que andar sin llegar hasta sus brazos, un momento de melancolía por ver los coches pasar y no ver su cara en la ventana.

Pasarán horas, días y semanas y puede que los ladrillos que protegen su corazón se caigan poco a poco, pero en la pared al lado de su cama se seguirán añadiendo marcas. Y quién sabe, alomejor una sonrisa de vez en cuando.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Roto

La distancia es relativa, eso es lo que dicen, es lo que quieren hacerme creer. Pero conozco la verdad. La distancia es un vacío, es un hoyo lleno de oscuridad que es medido en kilómetros cuando en verdad debería ser medido en latidos.

Bum. Todas las caras que reconozco juntas otra vez y yo aquí sentada en una esquina solitaria. Nadie se da cuenta, pero la herida se abre.

Bum. Nuestra canción suena en la radio, esa que nos tenía a todos con las manos arriba y con las caderas sin parar. Bajo el volumen porque ahora no tengo nadie con quien bailar. La grieta se hace más grande.

Bum. Una foto abrazándonos, ese abrazo en grupo en un país extranjero, se cae del álbum casi queriendo hacerme sangrar más rápido.

Bum. Releo viejas conversaciones que duraban horas planeando tardes que acababan con nosotros tirados en el suelo riendo y deseo ser la que llegaba pronto a todos lados y tenía que esperar con el aire frío de la montaña alrededor otra vez. Mis pies ya no me pueden sostener y me dejan caer.

Bum. Encuentro un bolígrafo viejo en mi bolsa, el que escribía todos los secretos, sonrisas, ideas y momentos en esa clase. Lo tiro mientras las gotas caen con el.

Bum. Una escena de esa película que actuamos está en la tele, me veo a mi misma en el personaje y veo las risas, los bailes, las melodías sin ritmo, los graciosos disfraces en los colores de la película. Grito mientras me rompo en dos mitades.

Bum. Huelo el aroma de nuestra libertad, gozo y alegría. Tardes infinitas en el parque hablando de nuestros futuros. Mis brazos me arropan para intentar evitar que los trozos se rompan aun más.

Ya no late, ha parado y siento desolación. La distancia me ha abrumado y me ha robado la parte más importante de mi ser; no parece dispuesta a devolverla.

sábado, 6 de septiembre de 2014

Una joya

Respiro el aire pegajoso que viaja por el tren. Mis pensamientos y asombros van a su lado. Veo gente entrar y salir constantemente, gente con diferentes historias, mentes, años, colores, miradas en sus rostros que muestran desesperación, emoción, libertad, estrés, felicidad, tristeza... Cada persona que se sienta a mi lado deja algo, una palabra, una sonrisa, un paso.

El tren llega a mi parada y salgo, anhelando ver lo que hay fuera, deseando dibujar un mapa en mi mente de las calles en las que no he andado, las luces verdes que me animan a seguir adelante, los edificios colosales reflejando el humor del cielo, hoy está esperando ver nuevas aventuras comenzar. 

La primera cosa que veo es un árbol con hojas verdes que están a punto de ser pintadas marrón por el otoño. No es un árbol solitario, tiene otros haciéndole compañía en esta avenida. Estos árboles viviendo en la ciudad del viento están siendo protegidos por construcciones poderosas a sus lados, puertas coloridas que están esperando a ser abiertas, luces que tienen que esperar hasta que sea su hora de brillar.

Sigo andando y veo cámaras, llevadas por su obsesión de querer congelar cada minuto, pero lo entiendo. Hay algo en la forma y tonos de esta única ciudad que me hace querer capturarlo todo, recordar cada sitio por el que mis pies han andado y cada escena que mis ojos quieren pintar con todos los matices que esta vista ofrece.

Un dulce olor llega hasta mí y casi lo puedo saborear en mi boca, el sabor de muchos tipos de comidas, que vienen desde puntos opuestos del mundo. Diversidad, esa es la palabra que se posa delante de mí cuando pienso en la historia de esta ciudad. Gente distinta que de algún modo han acabado, o están empezando, vida en este laberinto sinfín, hablando en su propio idioma y esperando a que su corazón este completo.

Mis pies están siguiendo por sí mismos y saben a dónde van aunque se sientan perdidos. Entonces llegan al río y paran. Ahora es mi corazón el que guía y está lleno de euforia al contemplar el agua que discurre, con su color cristalino y música relajante.

Esquivando tiempo y luz no puedo evitar pero pararme de vez en cuando, en un parque para mirarme en ese símbolo, sabiendo que hay un antes y un después en todo esto, en una esquina envuelta con el olor a café y libros viejos que viven dentro de una biblioteca, en una ventana en la que hay una foto de una manta blanca cubriendo todo y pienso que no puedo esperar a ver este ambiente colorado con un blanco puro.

Entonces, sin darme cuanta llego al final, a el lago. El lago que de alguna manera hizo un agujero en los planos y decidió ser parte del norte. Le da el equilibro perfecto a este sitio concurrido, regalando paz y totalidad.

El sol me dice que es hora de irme y me siento completa, sabiendo que me estoy enamorando poquito a poquito. Enamorando de Chicago.

jueves, 4 de septiembre de 2014

En las nubes

Constantemente sueño con abrir mi ventana y sentir el sol naranja subir entre los edificios translucientes. Sueño con vivir en un décimo tercer piso, donde la suerte existe solo para aquellos que la quieren encontrar. Sueño con la vida de ciudad, la gente corriendo con destinos opuestos pero compartiendo metas. Sueño con una llama que se ilumina de repente y me lleva exactamente a donde mi corazón quiere ir, porque todavía no se lo ha contado a mi mente. Esa llama me ayudará a esquivar todas las rojas y evitar los errores por estas calles.

Sueño con gente que no he conocido, manos que no he acariciado, pasos que nunca he bailado, palabras que no he escrito pero están ahí, en alguna parte de mí, esperando ser derramadas como un vaso de agua, rompiendo con impacto, haciendo ruido y extendiéndose mojando todo lo que hay alrededor.

En estos sueños siempre está sonando la música perfecta, subiendo como adrenalina con cada palabra, también hay tiempo para pensar en las similitudes que conectan posibilidades y riesgos cuando hay una oportunidad esperando a ser tomada.

Hay paz…

Pero entonces,

Me despierto.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Y si

No hay opción. Estoy estancada entre echarte de menos y pensar que todavía sigues a mi lado. Mi corazón se está rompiendo, pedazo a pedazo, mientras recuerdo nuestro último adiós. Ese pequeño beso que fue tan grande, porque decía tanto, todas las palabras que no habíamos dicho en voz alta estaban allí, en el aire y luego sujetándose a nosotros.

Otra parte de mí se cae al suelo, con la forma de un recuerdo; esa estación de tren que los dos conocíamos tan bien, sentados en la escalera con mi cabeza en tu hombro intentando mantener las lágrimas dentro. Pero no pude.

La peor parte es pensar en los sis. Si no me hubiera tenido que ir seguirías siendo mío. Si me hubiera quedado como prometí no habría hecho falta contar los días, hubieran estado extendidos como un camino de piedra delante de nosotros. Si el destino hubiera pensado diferente acerca de ello, el verano hubiera contado otra historia.

Ahora lo único que puedo hacer es pensar en tus ojos mirándome con esa tristeza navegando en ellos. Tristeza y añoranza que tendré presente a donde vaya.