Pensaba que mis palabras venían del rosa de las flores.
Pensaba que el olor a café me sugería las letras.
Pensaba que las olas en la arena eran mi cuaderno,
Tan equivocada estaba.
Mis palabras caminan entre el gris de las nubes,
y se trasladan con el viento helado hasta llegar a mi mano.
Las letras no quieren el calor de la mañana,
sino la soledad y apatía de la noche,
El cemento entre el callejón no está solo,
mi cuaderno cae en él de vez en cuando,
dispuesto a ser encontrado por mis ojos
y acariciado por mis poemas.
Pensaba que mis suspiros acariciaban mi rostro,
no lo escamaban.
Pensaba que la luna estaba de mi parte,
no de parte de mis sueños.
Pensaba que mis dedos me dejaban libre,
no me enjaulaban en un sí o no constante.
Tan equivocada estaba.
Supongo que son mis pensamientos
los que menos están de mi parte.