domingo, 24 de agosto de 2014

Al ritmo de las gotas

Música en mis oídos, la letra de mi canción favorita ahora tiene un significado diferente, más intenso. Mientras el ritmo aumenta, las olas crecen y toman otra tonalidad de azul. Un azul fuerte, oscuro, que quiere hacerse notar; como el resto de esta enorme ciudad. El lago sin fin me está diciendo que me prepare para esta nueva etapa; que empiece a explorar poco a poco el olor del agua, las ventanas de los edificios que llegan hasta el cielo, a donde yo me tengo que subir para observar lo desconocido.

Meto los pies en la arena, como si ésta fuera a salvarme de lo que viene, aunque mi mente me asegura que será bueno. Porque todo fin da lugar a un nuevo comienzo, y yo comienzo aquí, mirando al horizonte. Con este nuevo año no me da miedo correr bajo la lluvia que cae yendo de vuelta a casa, una lluvia de oportunidades, de nuevas alegrías, retos, personas... Este vendaval me golpea en la cara, un viento que no tiene límite, que corre rápido intentándome parar, pero yo sigo y seguiré con una sonrisa en la cara saltando entre los charcos. Cada día de mis 17 será único.

Infinito

Dicen que cuando tienes dieciséis años tienes libertad sin ningún fin, te enamoras como nunca antes, tienes el mundo a tus pies y estas volando. No sé si eso es verdad para todos, pero si lo fue para mí.

Cuando eres demasiado pequeña para saber sobre qué trata la vida pero demasiado mayor para cuestionar todo lo que te rodea, has llegado al punto de tu vida en el que sabes en que persona quieres convertirte. Has evolucionado a la mejor versión de ti mismo y sabes que camino quieres coger. Hay flores en los lados del camino, cada una con su propio color y aroma. Los amigos son flores en el jardín de la vida y cada una te da algo completamente diferente.

Tu corazón se expande y no puedes respirar otra cosa menos amor. Amor por tus padres, que te han dado la luz para ver en la oscuridad que hay durante el trayecto y han sostenido tus trozos rotos para luego volverlos a juntar. Amor por tu mejor amiga, esa persona que te conoce por dentro y fuera y te sigue queriendo, esa persona que ríe cuando nadie más lo hace y quien te seca las lágrimas, tu otra mitad. Amor por la música que late por tus venas y te hace sentir viva, ese ritmo que te ayude a seguir corriendo. Amor por esas palabras impresas en tu libro favorito, esa magia que te ha hecho ver diferentes puntos de vista. Y amor por ese chico con ojos marrones y sonrisa sincera. El primer amor que siempre recordaras como el único que te hizo ser grande cuando pensabas que eras pequeña. El, que te sujetó en sus brazos y te hizo creer en el amor verdadero.

Ahora, un día antes de que esta año revelador acabe, miro cada momento durante estos 365 días y sé que he tenido el mejor año de mi vida. Por ahora. Una nueva aventura está a punto de comenzar.

martes, 19 de agosto de 2014

Estación

Todo empieza con una ligera brisa de verano. Un aire que pone los pelos de punta y mariposas en el estómago. Ese aire me envuelve en recuerdos entrelazados con sonrisas que tenían tu nombre, miradas que dejaban sin aliento, palabras simples dichas entre caricias.

Cuando ya he sentido que la brisa me rodea entera, abro los ojos y veo sitios a los que me lleva la memoria. Veo una imagen de aquel puente en el que se paró el tiempo, un diálogo de aquella película que vimos juntos, un reflejo de la luz que se colaba entre las calles de Venecia aquella vez que nos perdimos dejando el mundo atrás, una flor que me puse en el pelo en aquel paseo que dimos al comienzo de la primavera.

De repente, sin previo aviso, se pone a llover. Llegan las nubes cargadas de esos momentos que quiero olvidar, de esa triste sensación a pérdida. Las gotas caen a la vez que las lágrimas se derraman por mi cara. La brisa ha sido remplazada por un viento brusco que me envuelve en frío. 

Me pongo la chaqueta, pero lo único que va a parar la tormenta son tus brazos arropándome y prometiendo que no se ha acabado. Y deseo ver las estrellas, esas estrellas a las que les pedimos que fuéramos nosotros para siempre.

Suenan los truenos del destino recordando que las decisiones las toma él y que la lluvia cae por razones; para dejar que las nuevas flores salgan y todo siga su camino.

Y justo cuando escucho las ruedas del tren acercándose, veo que a lo lejos, en la montaña, las nubes se abren un poco y el sol se acerca entre ellas. Y sonrío porque sé que siempre tendré ese rayito de sol. Esa luz que me ha iluminado y ha estado a mi lado a pesar de los días grises. Siempre que vea ese trocito del sol, recordaré cada "te quiero" susurrado al oído, cada tontería que me hizo reír, cada frase transmitida con confianza y, sobretodo, que lo volveré a ver.

lunes, 11 de agosto de 2014

Bajo el agua

El peso de mi corazón cada es más duro, el sentimiento de sofoco en mi estómago está creciendo y también lo está haciendo mi miedo. Miedo, que palabra más curiosa y peculiar, te puede ahogar de mil maneras diferentes. Esta vez me está ahogando en despedidas.


Adiós a mis cuatro paredes, estas paredes me han visto llorar a pleno pulmón, volverme loca debido a la cosa más pequeña, cantar canciones que conozco mejor que la palma de mi mano; han sostenido imágenes que muestran las sonrisas más sencillas y humildes, posters de historias a las que me gustaría escapar... Mi caja personal.


Pero, todavía, hay peores despedidas cuando estás rodeada de gente que te deja y te anima a ser la mejor versión de ti mismo. Esas son las personas sobre las que merece la pena escribir; estarán en mi caja de seguridad para siempre, aunque solo sean una memoria, una letra o el reflejo de una sonrisa. Me han hecho fuerte y enseñado que la debilidad se puede superar.

Este miedo, de tener que dejar algo ir, siempre será una herida abierta, algo inevitable. Siempre hay ciudades que dejar, historias que terminar teniendo que pasar al siguiente capítulo y aviones que coger. Esta vez estoy volando sin vuelta, me estoy yendo con un futuro incierto y un billete que solo va en una dirección.