A veces entre el café del lunes y la cerveza del viernes, me paro en el tiempo y respiro el tic toc del reloj que parece no saltarse un segundo. Entre los sorbos agrios sonrío a la mañana fría del fin del verano y camino entre los pilares de mi nuevo hogar. Con la cafeína de la mañana me despierto del sueño de la tranquilidad y me adentro al mar de la viveza y urgencia constante. Mis pies de madrugada me desplazan por el césped rociado de soledad entre amigos y pasión entre las simplezas. Mis manos intranquilas me ayudan con la rutina dinámica y mis ojos me introducen a la vida adulta.
Entre los sorbos fríos del fin de semana canto entre extraños con caras felices. Con la claridad de la noche me olvido de pensar y me dejo llevar por las consecuencias. Mis pies de medianoche no quieren parar de moverse entre diferentes rosas en las calles y granos en la arena. Mis manos intranquilas me llevan por las rocas de lo desconocido y mis ojos me animan a pensar en el ahora y no el sol del día siguiente