Son las tres de
la madrugada y aún escucho tu nombre. Mirando la pared sin color tu sonrisa
traspasa mi noche en vela mientras mi mayor deseo es dormir y olvidarme de los
meses desolados sin tu roce en mi cintura.
Los diablos de las doce todavía no se han ido, siguen ahí, escondidos entre las cicatrices del agosto. Me hablan con poemas que relatan lo que podría haber sido pero fue arrancado de mi mano. Me gritan palabras esparcidas sobre el viaje eterno. Me miran con ojos profundos, llenos de satisfacción al ver mi nostalgia.
Son las cuatro de
la madrugada y aún respiro tus te quiero, aunque llevo meses sin escucharlos.
No sé qué es peor, si pretender que la cuerda no existe o volver a empezar.