lunes, 25 de mayo de 2015

25 de mayo

Me desperté junto a la luna y escuche las canciones de la noche. Mis pies saltaron de la cama a las dos de la mañana y mi cuerpo se dejó llevar por el insomnio. Salí a la terraza con el bolígrafo en la mano y en las hojas pintadas por la lluvia escribí mi relato. Sonreí mientras las palabras quedaban tatuadas en las ramas para siempre, mostrando el fin de un principio. Pasé una noche en vela entre velas que se apagaron cuando mi mente se encendió.

El sol entro por mi ventana a las ocho y mi corazón empezó a latir con antelación. El té me supo a recuerdos disueltos en confusión entre la realidad y la imaginación. Me senté en las nubes mañaneras, las cuales me dejaron permanecer en su paraíso hasta que se puso a llover. Llovieron besos, risas, bienvenidas, enhorabuenas, catástrofes y tropieces. Llovió hasta que me empape con felicidad, pero solo llovió a un lado de la pantalla.

Entre dulces y salados, volví a la rutina. Intenté meterme en el agua pero estaba me congelé antes de sentir el lago a mis pies. El frio de las olas me subió hasta el pecho, donde se acomodó hasta que el viento de primavera se lo llevó. Cuando el frio se fue, llego un calor que pensaba que ya no aparecería por mi lado. Este calor me sofocó hasta deshidratarme y me arropó hasta quedarme dormida con sus nanas. 

Me desperté junto a una estrella, que me levantó de mi nostalgia y me guio al futuro. Juntas, nos reímos en la hierba y contemplamos lo que pueden cambiar las fichas de una luna a otra.