domingo, 25 de enero de 2015

Traidores

Pensaba que mis palabras venían del rosa de las flores.
Pensaba que el olor a café me sugería las letras.
Pensaba que las olas en la arena eran mi cuaderno,
Tan equivocada estaba.

Mis palabras caminan entre el gris de las nubes,
y se trasladan con el viento helado hasta llegar a mi mano.
Las letras no quieren el calor de la mañana,
sino la soledad y apatía de la noche, 
El cemento entre el callejón no está solo,
mi cuaderno cae en él de vez en cuando,
dispuesto a ser encontrado por mis ojos
y acariciado por mis poemas.

Pensaba que mis suspiros acariciaban mi rostro,
no lo escamaban.
Pensaba que la luna estaba de mi parte,
no de parte de mis sueños.
Pensaba que mis dedos me dejaban libre,
no me enjaulaban en un sí o no constante.
Tan equivocada estaba.

Supongo que son mis pensamientos
los que menos están de mi parte.

lunes, 19 de enero de 2015

Libertad desiorientada

Lo primero que escucho es el crack del cielo, como un trueno que rompe en la noche. Mi corazón no lo nota, pero mis ojos se han vuelto hacia arriba. Y no se creen lo que están viendo.

Observan como las nubes se caen, pero no junto a la lluvia, en esta tarde de invierno se desploman hacia el suelo, dejando un negro infinito detrás de ellas. Miento si digo que no tengo miedo, porque mis manos se han quedado quietas mientras mi mente me grita que corra, escondiéndome debajo del primero techo para no ver la oscuridad. Cuando mis pies reaccionan me doy cuenta que no tengo a donde ir, estoy en miedo del hielo y la niebla que acompaña a las nubes decaídas me ha aprisionado.

Estoy sola, ya que las nubes no me protegen de lo eterno, lo incalculable, lo inesperado. Estoy atrapada, entre la perdición en un desierto blanco y la confusión de mi soledad, Estoy asustada, sin saber cuánto tiempo aguantare sin luz. Estoy descubierta, sin un techo dispuesto a cubrirme.

Cuando la monotonía parece ser la única presente a mi lado, aparece una estrella solitaria en el cielo. La estrella dorada empieza a cantar y reúne a sus compañeras. Las estrofas de su melodía dicen que el cielo se ha caído porque ya no lo necesito, porque ya puedo andar siendo mi propia guía en el camino. No necesito ver a donde voy, sino solo deslizarme con la niebla, confiando en el rumbo que mis pies siguen.


Lo último que escucho es mi corazón latir al ritmo de la música.

sábado, 17 de enero de 2015

Cayendo al fuego

El fin es inevitable y todos los árboles que los rodean lo saben. Reúnen las conversaciones en sus ramas, esperando que el invierno las vuelva frías y las derrita como memorias en la nieve. Las risas y las promesas están esperando ser rotas por el calor del sol de verano, quien está desesperanzado rogando volver a nacer. Él está esperando andar de la mano con la fecha final de este lazo. Se reirá de su ignorancia y de la pretensión de ella de ser parte de un paisaje del que ya ha sido cortado por su propia mente.

El chico y la chica saben lo que pasará, saltarán a la luz de primavera y se ahogarán. Estarán al fondo del lago, preguntándose por qué y cómo. Subirán a la superficie, muy lejos el uno del otro, por fin respirando percepción.

Ella cogerá las flores y les dirá qué confusa estaba, qué mal colocadas estaban sus mariposas. Él le gritará a los pájaros y les explicará como ella hacía el invierno parecer más blanco y como ella hablaba palabras que ella misma no creía. ¨¡Mentirosa!¨ gritará el cielo junto a él, haciendo que una sola lágrima se derrame por su mejilla. Una lágrima hecha de perdón y angustia por lo que fueron una vez. Una lágrima brillando distracción y error. Una lágrima que dirá ¨Te lo dije, estúpida.¨