Su tercer suspiro se mezcla con el viento de Chicago, yendo entre la gente en la ciudad. Se sienta frente al lago, con la cara sonrojada y las manos frias. Observa como las olas van y vienen, al igual que sus recuerdos. Pero ellos se quedan, ellos no vuelven a ser parte del agua, sino parte de ella, parte de la historia que su corazón está escribiendo.
Saca su cuaderno, lleno de fotos en blanco y negro, y escribe sobre el viento frio del trece, el inocente pensamiento del primer amor, el tiempo que separa los buenos buenos momentos, la distancia entre el sol del lago y la luna de la montaña.
Pasa la página del cuaderno, y con una sonirsa en la cara, sigue escribiendo su historia. Sus palabras hablan del momento entre un fin y un principio en el calendario. Ese momento sigue presente en sus ojos, cuando mira hacia el horizonte y piensa en ir hacia el oeste, pasado el océano, hasta esa pequeña calle entre las montañas.
Cierra el cuaderno y corre por la arena. Deja que sus pisadas permanezcan en el suelo y decide no mirar a las nubes grises. Corriendo, sigue hacia adelante, pero en su mano lleva una llave. Esa llave va con ella a todos lados, para recordarla que el tiempo pasa, que las semanas se convierten en meses y los meses años. Y los años sólo importan si los sentimientos se han perdido.