viernes, 25 de diciembre de 2015

Nosotros

No éramos Romeo y Julieta, no éramos amores destinados a morir de la mano. No éramos almas gemelas. Éramos fichas de un puzle, puestas juntas por la mano del viento y el agua. Éramos felices, jóvenes, enamorados.

Sus manos cogían las mías para hacerme sentir protegida. Yo le enseñaba la luz del verano y el me enseñaba la belleza del invierno. Le hacía reír para hacerle sentir querido. Nos tropezamos el uno en el otro para ninguno caernos. Nos reíamos de la ignorancia de nuestro alrededor, y abrazamos nuestros años rebeldes adolescentes.

Andamos por la orilla del lago sin darnos cuenta que los vientos estaban a la vuelta de la esquina. Viajamos por las calles de la ciudad sin saber que los fantasmas estaban escondidos en los callejones.

Pero cuando el reloj tocó las cuatro de la madrugada estábamos perdidos en el bosque, habíamos ido tan lejos del camino que la belleza de los árboles se había perdido, y las mariposas se habían convertido en arañas. Habíamos confiado en nuestros ojos para guiarnos, pero estábamos ciegos por la pasión del momento.

No éramos Romeo y Julieta, pero caímos en el amor como ellos, y al final el amor nos rompió.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Aire pacífico

Entre las nubes me siento grande. Entre el azul del cielo y el poder del viento puedo volar hasta mi destino. Me muevo entre las alturas y observo lo pequeños que se ven los problemas desde arriba, y lo grandioso que es el seguir adelante cada vez que sale el sol. El corazón me late en el pecho con fuerza cuando las palmeras se hacen más grandes y el mar se acerca.

Con el pelo suelto, una sonrisa en la cara y un libro en la mano llego hasta la orilla más lejana, aquella a la que pocos van. En esa orilla, respirando el olor a agua salada, me vuelvo a encontrar. A pesar de haber estado perdida en los caminos de la arena, he descubierto rocas preciosas, conchas rotas en las que nadie se fija pero no cortan si se cojen con cuidado, y pequeñas metas que me han ayudado a llegar al mar. Las olas me rugen y me salpican, pero no me asustan. Al contrario, disfruto de cada gota que me rocía la cara; cada una de ellas me da fuerza para aguantar la siguiente tormenta, me transmite la alegría de haber descubierto lo que es el tiempo, ese concepto ambíguo y cambiante que todo dirige y nada delata.