lunes, 2 de noviembre de 2015

Nociones

Noviembre se me ha acercado sigilosamente. Se ha sentado a mi lado en el banco y se ha puesto a silbar. No me he atrevido a decirle que se fuera, porque su canción me ha gustado. Me he quedado sentada mirando al horizonte, con las manos con un bolígrafo y la cabeza tratando de averiguar cómo es que octubre ya no es el que me acompaña.

He mirado a noviembre con cautela, decidiendo si hablarle y proponerle ir juntos hacia el agua o callarme y salir corriendo hacia el pasado. Su silbido ha aumentado, y ahora es lo único que escucho; ni el viento se eleva sobre su melodía. Le observo mientras veo mis memorias caer con las ojas y los árboles extremecerse con el invierno. Me pregunto si estoy en un sueño y la rapidez del tiempo es solo una alusión en mis noches. No encuentro la respuesta.

Ahora noviembre me está mirando fijamente, con una sonrisa que insinua que no se va a ir de mi lado  y una mirada que dice que va a estar presente cuando el calor del otoño se convierta en el frio del iniverno. Suspiro como respuesta a su mirada, sin saber qué acción tomar frente a sus promesas. Me coge de la mano y nos levantamos juntos del banco. Me guia hasta el borde de la playa, me abraza y me dice que no estoy en un sueño, sino que la realidad vuela delante de mis ojos.